TODOS SOMOS UNO

La fuerza que nos conduce es la misma que enciende el sol que anima los mares y hace florecer los cerezos.
La fuerza que nos mueve es la misma que agita las semillas con su mensaje inmemorial de vida.
La danza genera el destino bajo las mismas leyes que vinculan la flor a la brisa.
Bajo el girasol de armonía todos somos uno.

Rolando Toro Araneda

viernes, 2 de abril de 2010

Sobre la necesidad de infinito

SOBRE LA NECESIDAD DE INFINITO[1]

La diferencia entre santo, loco, genio y héroe no ha sido esclarecida científicamente, a pesar de los esfuerzos realizados a través de siglos por los pensadores de la religión y de la Psiquiatría. Los límites entre esas categorías, prácticamente no existen.
¿No podría decirse que Buda era un psicópata porque abandonó a su esposa al día siguiente de ella dar a luz, para dedicarse a  la meditación?
¿No podría pensarse que el universo de Einstein, a base de modelos teóricos completamente diferentes a los existentes, era el delirio de un empleado de Oficina de Patentes?
Los genios como Strimberg, Van Gogh o Antonin Artaud, que tuvieron alucinaciones y delirios, pero que a su vez manifestaron una lucidez fuera de la escala humana de su tiempo, ¿estaban locos?
¿Y Santa Teresa de Avila, a quien se le hacía larga la espera para reunirse con Dios, era una enferma depresiva cuando expresaba mil veces: "Muero porque no muero"? ¿No podía pensarse que San Francisco de Asís, besando a los leprosos, era un loco, un enfermo de autodonación?
¿Y los bonzos budistas, que se incineran y mueren serenos,  sin un gesto de dolor, son locos suicidas?
Y los héroes que avanzan a la muerte cierta intentando salvar a algún desconocido que se ahoga en un naufragio o que mueren defendiendo sus creencias, ¿son enfermos?
Y Allende, que enfrentó la muerte en su sitio y esperó con altivez a los asesinos de su patria, ¿estaba loco? Y los samurais que se hacen el hara-kiri porque no desean vivir en el deshonor, ¿son frustrados suicidas?
Y los corredores de "fórmula 1" y los que atraviesan el océano en una balsa y los que van a la luna o descienden al fondo del mar, ¿son locos?
Y los que se cortan el cuello con una navaja, como expresión poética y como lenguaje en un siglo de opresión y expolio, ¿son locos?
No estoy invitando a nadie a `seguir estos ejemplos. No he propuesto jamás seguir el ejemplo de mi Leo, porque para llegar a eso hay que estar con millones de años de evolución en algún sistema viviente de autonomía absoluta.
Pero es importante saber que el hombre abrió todos los circuitos hacia el infinito; no es un sistema predecible, cerrado y lógico. El hombre es "un poema inacabado", un misterio viviente, fuera de todo lo penable e imaginable, sin límites, a la deriva en un universo desconocido, viviendo a través de ensayo y error, desamparado, lúcido y necesitando vacío y pleno, sin recursos, pero con los poderes de una pequeña divinidad. Sus certezas provienen de una conexión absoluta con cosas absolutas.


[1] Texto de Rolando Toro Araneda

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